domingo, octubre 14, 2018

Muere Eduardo Arroyo, el último león de la figuración




El pintor español Eduardo Arroyo nació en Madrid en 1937. Está considerado uno de los principales representantes de la figuración crítica, de contenido político y social.

Estudió periodismo y, en 1958, se traslada a París con la intención de convertirse en escritor. Su conocimiento del francés le permitió integrarse sin demasiados problemas en la vida diaria, pero no en el mundo literario, por lo que decide instalarse en el barrio de los pintores en vez de en el de los escritores. Frecuentó asiduamente la comunidad de exiliados españoles sobrevivientes de la Guerra Civil, lo que hizo que se aficionase por la pintura y que se acentuara su compromiso político y la crítica al régimen de Franco.

En 1963 expone sus retratos de los Cuatro Dictadores en el espacio dedicado por la III Bienal de París a la denuncia del totalitarismo y la represión, bajo el nombre de L'Abattoir, es decir, El matadero.

Son los retratos de Hitler, Mussolini, Franco y Salazar. Cada uno lleva los respectivos emblemas y banderas nacionales, así como las especialidades en las que ha sobresalido.

A mediados de los años sesenta ofrece una visión violenta de la Historia de España en obras como El minero Silvino Zapico es arrestado por la policía (1967); Sama de Langreo (Asturias), septiembre 1963; La mujer del minero Pérez Martínez, Constantina, llamada Tina, es rapada por la policía (1970) o El estudiante Rafael Guijarro se tira por la ventana a la llegada de la policía (1970).

Simultáneamente a la crítica antifranquista, se preocupó por el compromiso del arte y la vanguardia. Creía que el arte de vanguardia, lejos de cambiar las condiciones de vida y el sistema de dominación, se había integrado en el seno de la cultura dominante. Entiende la vanguardia como una prolongación de la moda a la que hay que hacer frente. Por ello, en sus obras incluye ácidos comentarios sobre las figuras indiscutibles de la vanguardia como, por ejemplo, a Marcel Duchamp en la serie El fin trágico de Marcel Duchamp (1965).

A Joan Miró dedicó la serie Miró rehecho o las desgracias de la coexistencia, en 1966-1967. Al escoger la figura de Miró, Arroyo tenía en cuenta que se trataba de un artista consagrado de la vanguardia, opuesto al régimen de Franco y que mantenía una postura crítica respecto a la situación política de España.

En Espagne je te vois y en España te miro el culo se inspira en la obra La masía, de Miró, pero convierte el huerto en un campo de exterminio.

En otros cuadros como Casa de la Cultura en Valdepeñas, I y II o Inauguración: los cuatro hermanos o cómo hacerse interpelar por los servidores subdesarrollados, narra acontecimientos concretos, de carácter policial y represivo, introduciendo motivos iconográficos característicos del pintor catalán.

La revisión de la vanguardia continúa con Salvador Dalí. Escoge al pintor favorito de Dalí, Velázquez, para realizar Velázquez, mi padre, donde Arroyo se autorretrata como un niño en pañales en brazos del autor de Las meninas, sobre un fondo en el que el cielo de la sierra se ve amenazado por los nubarrones y proyectiles de la guerra civil. Otra obra es Diferentes tipos de bigote reaccionario español o varios aspectos del Sindicato de Actividades Diversas.

En 1974 viaja a Valencia y allí es detenido debido a su actividad antifranquista y expulsado de España. En 1976, tras el fallecimiento de Franco, regresará a la Península comenzando una nueva etapa artística. Todas estas circunstancias hacen que su obra no sea conocida en España hasta la década de 1980.

A partir de 1976 Arroyo realiza una serie de obras que tratan el exilio, donde reflexiona sobre los exiliados. Uno de sus ciclos más intensos es Reflexiones sobre el exilio.

Algunos ejemplos son La vuelta de los exiliados, Regreso de Companys a Barcelona o Ángel Ganivet se arroja al río Dvina.

En Ángel Ganivet se arroja al río Dvina sintetiza las dramáticas vivencias de este andaluz desterrado a las frías tierras del Norte. Recoge el momento en el que tras arrojarse a las heladas aguas del río Dvina, sólo emergen sus zapatos. Ganivet fue un exiliado que nunca regresó, por ello no aparece corporalmente representado sino a través de sus zapatos agujereados y sus calcetines zurcidos.

En Feliz quien como Ulises ha hecho un largo viaje, I y II, Arroyo aborda la situación de aquellos exiliados que sí volvieron a casa y que la encontraron tan cambiada, que ellos mismos se sintieron irreconocibles, se sintieron extraños en su propio hogar.

A partir de 1980 lleva a cabo las series Los Deshollinadores y Toda la ciudad habla de ello. En esta última, explora la noche y vincula su obra con el cine negro. Proliferan por sus cuadros los gangsters, los escaparates, rascacielos, neones, atropellos y acechos. El color dominante es el negro. Un ejemplo, el cuadro titulado Alivia.

Eduardo Arroyo es sobre todo un artista polifacético. Como escritor destacan las obras Panamá Al Brown (1982) y Sardinas en aceite (1990). También ha diseñado escenografías teatrales, como su interpretación de la pieza de Calderón de la Barca La vida es sueño.










0 comments:

Publicar un comentario