Los desnudos de la pintora, modelo y poetista Carmen
Mondragón, quien adoptaría el nombre náhuatl de Nahui Olin, son pioneros del
performance; actualmente se presenta una exposición en el Museo del Estanquillo
de la CDMX.
Con frecuencia, la historia somete a un inmerecido anonimato
al sexo femenino, sobre todo en el ámbito artístico. Lo hace además,
menospreciando el valor de su legado, su trascendencia e incluso, de su mera
existencia. De manera que hay una pléyade de magníficas artistas ocultas y sin
nombre, cuyo valor debe enfrentarse a una losa de silencio cultural que pocas
veces pueden vencer. Como si se tratara de una visión inquietante sobre la
muerte y el olvido, las artistas anónimas — y lo que es peor,
olvidadas — forman parte de una percepción sobre el punto artístico creado por
mujeres que resulta devastador.
A la pintora Carmen Mondragón poca gente la conoce. Su alter
ego, Nahui Olin resulta un poco más familiar, aunque sigue siendo una figura
periférica dentro del mundillo artístico de su México natal. Eso, a pesar de su
magnífica visión sobre el arte como forma de expresión simbólica y su aporte
decisivo al simbolismo con tenor latinoamericano. Su obra se encuentra
sepultada bajo años de menosprecio y también, a la sombra de cientos de nombres
de artistas de mayor visibilidad comercial, que le condenaron a un ostracismo
quizás inevitable. No obstante, su influencia continúa siendo notable e incluso
imprescindible para comprender cierto ámbito de la cultura mexicana y también latinoamericana.
Carmen Mondragón, también conocida como Nahui Olin
[Tacubaya, actual Ciudad de México, 1893-1978]. Poeta y pintora mexicana, una
de las figuras del simbolismo artístico más destacadas y desafiantes de la
primera mitad del siglo XX. A partir de los años 20, Olin se sumergió en la
vida artística de su país y los círculos artísticos europeos. Convivió con
personajes como José Vasconcelos, Frida Kahlo, David Siqueiros, Diego Rivera,
Pablo Picasso, Edward Weston, Jean Charlot, Gerardo Murillo, entre muchos
otros. En 1927 presenta en el Centro Histórico de la Ciudad de México una serie
de desnudos tomados por el fotógrafo Antonio Garduño, donde explora el poder
del cuerpo femenino, suceso que levantará gran escándalo en la élite
conservadora. Su obra pictórica se inscribe dentro del naif, donde resalta la
espontaneidad y la ingenuidad. Realizó múltiples autorretratos. Publicó Óptica
cerebral, poemas dinámicos [1922], Câlinement je sois dedans [1923], Á dix ans
sur mon pupitre [1924], Nahui Olin [1927] y Energía cósmica [1937]. Participó
en una exposición colectiva en Bellas Artes en 1945, junto a los pintores Pablo
O’Higgins y José Clemente Orozco.
Su obra fue sepultada por los círculos
artísticos de su país bajo la sombra del menosprecio, seguramente por su
irreverencia estética y su potencia emotiva y erótica. En 1993, con motivo del
centenario de su nacimiento, se organizó la exposición Nahui Olin, una mujer de
los tiempos modernos en el Museo-Estudio Diego Rivera en la Ciudad de México.